Todos tenemos buenos y malos momentos en la vida y en la mayoría de las ocasiones dichos momentos vienen sin siquiera pedirlos o buscarlos. Si bien, los factores causantes pudieran ser ajenos a nosotros, está en nosotros el decidir cómo hacer frente a cada una de esas situaciones…
¿Te duele la espalda? ¿Qué tanto peso estás llevando sobre tu espalda?
A veces no nos damos cuenta de cómo vamos acumulando situación tras situación, y lejos de hacerle frente solo permitimos que éstas se conviertan en cargas que, a la larga, terminan por generarnos un cansancio increíblemente agotador.
¿Cuándo fue la última vez que descansaste? ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste un momento para analizar cuáles son las cosas que has venido cargando?
En algún punto, todo ese peso terminará por aplastarnos, haciéndonos caer sin freno.
En mi experiencia he podido identificar algunos puntos importantes para lidiar con nuestras cargas y el día de hoy quiero compartirlas contigo.
1. Identifica cuáles son tus cargas
Es muy importante tener en claro qué es lo que nos está generando todo ese cansancio.
2. Determina el origen de esas cargas
Cuáles son originadas por mí y cuáles son causadas por factores externos.
3. Reflexiona por qué estás cargando con esas cosas
En ocasiones llevamos sobre nuestros hombros situaciones que ni si quiera son un motivo válido o un escenario real para agobiarnos.
4. Analiza qué acciones puedes realizar para acabar con esas cargas
En ocasiones la solución a cada una de nuestras situaciones es muy simple, a veces el motivo de llevar la misma carga por mucho tiempo somos nosotros, ya que tomamos una actitud pasiva en lugar de accionarnos a solucionar las cosas.
5. Reconoce tus limitantes y admite que no puedes solo
La mayoría del tiempo necesitamos ayuda. El problema con este punto es que solemos ser seres individualistas y orgullosos, negándonos a reconocer nuestra incapacidad para resolver nuestros problemas.
6. Busca ayuda
A veces lo único que necesitamos es alguien que escuche, puede ser un amigo, familiar o compañero. Algo que debo puntualizar aquí es que nadie debería de decirnos qué hacer porque al final del día somos nosotros quienes debemos tomar la decisiones, dicho esto, es importante elegir bien a la o las personas a las que les pediremos ayuda. Más adelante ahondaré en este punto.
Quizá en este punto ya te hayas dado cuenta que hay cosas que puedes resolver por tu cuenta pero también hay otras tantas en las que requieres ayuda externa.
En el mundo hay muchas personas, algunas de ellas forman parte de nuestro entorno e incluso quizá formen parte de nuestro círculo de amigos. Los amigos son un regalo que Dios nos ha proveído, sin embargo, debemos recordar que seguimos siendo seres imperfectos, y por lo tanto es común que nos equivoquemos. ¿Qué tanto podrías confiarle tus situaciones a otra persona que, como tú, se equivoca? Es muy válido escuchar diversas opiniones para poder contemplar las diferentes perspectivas de una situación pero, ¿qué tan seguro te sentirías de confiar ciegamente en sus opiniones?
La mejor persona que te puede aconsejar y que también puede ser tu amigo, si así se lo permites, es Dios.
Dios es quien te ayuda a llevar todo el proceso, es quien te ayuda a identificar todo eso que te está afligiendo y te ayuda a entender el porqué. Si en algún momento piensas que no hay nadie disponible o dispuesto a escucharte recuerda que Dios está siempre disponible para ti.
Luego dijo Jesús: «Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso.
Mateo 11:28 (NTV)