Si has perdido a alguien de seguro ya te has dado cuenta de algunas de las siguientes cosas.
Nadie está preparado para despedirse pero, aún así, es algo que con frecuencia nos vemos obligados a hacer. Y lo cierto es que un día estamos aquí pero al siguiente no lo sabemos, el futuro es incierto.
El año 2020 fue un año diferente, un año complicado, un año duro. Lamentablemente muchas personas se fueron de este mundo a raíz del desconocido virus, quizá fue un padre, una madre, un hermano, un abuelo, un tío, un amigo; no importa lo que haya sido, el punto es que ya no está más aquí en la tierra. Algunos tuvieron la oportunidad de despedirse de ellos mientras que otros tuvieron que conformarse con los recuerdos ¡Qué duro fue! Pero, así es la vida, como neblina, aparece por un momento pero luego desaparece.
Este escrito está dedicado para mi tío y es sobre lo que aprendí en el antes, el durante y el después de su partida…
Los primeros recuerdos que se me vienen a la mente acerca de mi tío son todas esas reuniones familiares en las que lo escuchaba platicar con mi papá, mi abuelita y mis tíos. La realidad es que lo comencé a tratar más cuando nos empezamos a ver en la iglesia y, de hecho, en ese momento también se convirtió en mi pastor. Él fue una de las primeras personas en confiar en mí y dejarme hacer muchas cosas, aún a pesar de mi falta de experiencia; gracias a él aprendí muchísimo en diversas áreas de mi vida.
Mi tío era un hombre ocupado, su agenda siempre estaba llena de pendientes pastorales, juntas, visitas, pendientes, entre otras cosas, pero, si me pongo a pensar, él estuvo presente en muchos de los momentos más importantes de mi vida. Sin temor a equivocarme puedo dar fe de que mi tío siempre fue un hombre de familia, y lo pude ver no solo en su trato hacia mí sino sobre todo hacia con todos los demás (mi tía, mis primos, sus hermanos, y demás familia).
Como mencione ya previamente, mi tío me abrió una puerta llena de oportunidades, gracias a él hice mi debut tocando la guitarra en público, después hasta me dejó tocar la batería (cabe mencionar que no tenía nada de experiencia con ese instrumento), y para no hacer el cuento muy largo, lo último que me confió mi tío fue el grupo de jóvenes de la iglesia que él pastoreaba.
Podría contar muchas más cosas de todo lo que fue e hizo mi tío pero me tomaría demasiado tiempo, lo que sí puedo hacer es resumir todo diciendo que de mi tío aprendí a amar a la gente, a ser esa persona que motive y le abra las puertas a otros y que lo bueno toma tiempo.
Mi tío, al igual que muchas personas, falleció a causa del covid. Cuando nos avisaron que habían internado a mi tío iniciaron los días difíciles, lo más duro era saber que tendríamos que vivir este proceso a la distancia pues el riesgo de contagio era alto. Recuerdo que tan solo unos días antes le había dicho a mi tía que quería platicar con ellos, y bueno, esa platica ya nunca sucedió.
Desde que mi tío entró a ese hospital ya no lo volvimos a escuchar y aunque aparentemente él estaba solo en ese lugar, todos estábamos confiados de que en realidad él no estaba solo pues Dios lo acompañaba en cada instante. Una de las cosas que más me sorprendió y que jamás olvidaré fue todo lo que se levantó en esos días, fue realmente impresionante ver cómo tanta gente se unió para estar orando por la sanidad de mi tío y no solo eso, sino que estaban realmente al pendiente de todo lo que se necesitaba. De esta etapa aprendí que a veces siembras en la gente sin ser conscientes de que un día esa siembra dará su cosecha, también aprendí que los momentos de necesidad son los que traen más unidad, son esos momentos en los cuales nos podemos fortalecer unos a otros.
Después de varios días de estar esperando noticias de mi tío, de ver que las cosas iban mejorando un poco, una noche recibimos ese mensaje, donde decía que mi tío había fallecido. A partir de ahí sucedieron muchísimas cosas, hubo reacciones de todo tipo de parte de muchas personas, hubo decepción, enojo, tristeza, desesperanza, negación, y la lista sigue… También hubo impotencia porque mi tío no podría tener un funeral como todos quisiéramos, y aquí estamos un año después, finalmente realizando su aniversario luctuoso, diciendo ese adiós que antes no dijimos, soltando las lágrimas que quizá antes no pudimos. Durante su memorial, escuché a tantas personas hablar tantas cosas de él que pude sentir como si pudiera seguir conociéndolo aunque ya no esté con nosotros. A un año de su ausencia puedo decir que sigo aprendiendo de él pues he podido ver todo lo que construyó, sus enseñanzas siguen y siguen en muchas personas. El dolor sigue ahí, la tristeza también, pero después de todo este tiempo uno se da cuenta de que lo mejor que podemos hacer es aceptar la voluntad de Dios y continuar con el legado de las personas que más amamos.
A pesar de que este es mi relato sé que para muchos puede ser una historia muy similar a lo que quizá también vivieron con alguna persona cercana. Quizá también perdiste a alguien, quizá también te molestaste, endureciste tu corazón y no quisiste saber más de nada; tal vez hasta te alejaste de todos para vivir tu dolor en solitario. Lo cierto es que todos vivimos un proceso diferente, todos procesamos el dolor de cierta manera y no me atrevería a juzgar los sentimientos y reacciones de las personas, sin embargo, si algo aprendí de todo esto es que nosotros somos quienes decidimos cómo vivimos el proceso, tal vez no podemos controlar lo que sentimos pero sí podemos decidir qué hacer con esos sentimientos.
A veces me pongo a pensar si las personas que se nos han adelantados se sentirían felices de vernos estancados o enojados por sus partidas, personalmente creo que no, creo que lo mejor que podemos hacer es seguir adelante, no olvidando a la gente sino más bien viviendo una vida con la que podamos honrar su memoria, aceptando y recordando que en esta vida estamos de paso, que no somos eternos y que no sabemos en qué momento dejaremos este mundo. Por eso, debemos aprovechar cada instante para estar con nuestros seres queridos, decirles todo lo que tengamos para decirles, llamarles ahora que podemos, enviarles ese mensaje que a veces posponemos día tras día, aprender de ellos y valorar su presencia. Muchos estamos lejos de nuestra familia y a veces es difícil no saber cuáles serán las últimas palabras o el último abrazo que les daremos por eso siempre tomemos cada día como si fuera el último.
Por cierto, *spoiler alert*, Dios no se equivocó a llevarse a ese ser amado, sé que no tiene sentido en este momento pero en su momento lo comprenderás todo si se lo preguntas y si lo dejas hablar.
Hasta pronto, tío.